martes, 12 de febrero de 2019

EL PARANÁ, CON MÁS GLIFOSATO QUE UN CAMPO DE SOJA

Así lo revela un estudio realizado por el Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Conicet).
El herbicida de la multinacional Monsanto, sobre el cual la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió en 2015 que puede causar cáncer, y su metabolito AMPA, se concentran mayormente en los sedimentos de los cursos de agua que alimentan al río  Paraná. La contaminación más alta se evidencia en los tramos de la cuenca en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos y en el río Luján, en Buenos Aires.
El trabajo titulado “Aparición y destino de pesticidas en el tramo argentino de la cuenca Paraguay-Paraná“ fue publicado en la revista especializada “Environmental Monitoring and Assessment” de la editorial Springer.
La publicación científica validada a nivel mundial dice que todas las muestras de agua superaron para, al menos alguno de los plaguicidas, el nivel guía recomendado para toda la biota acuática y recomienda articular políticas inmediatas”, explicó el biólogo Damián Marino, investigador y profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP).
El monitoreo sobre la cuenca del Paraná se plasmaron en tres publicaciones asociadas: la primera, en 2013, sobre efectos observados en sedimentos (el barro del fondo del río); la segunda en 2016 y la más reciente en enero de 2017, donde se comprobó la presencia de un conjunto de pesticidas en el agua y en el sedimento. Todas las investigaciones tuvieron como escenario el tramo argentino del Paraná.
Marino reveló que en el tramo superior de la cuenca “hay concentraciones de distintos insecticidas de uso agrícola”, mientras que desde la media hacia la baja “existe una contaminación múltiple” con algunos metales y principalmente con glifosato, explicando que si se toman en cuenta los parámetros internacionales, las muestras superaban por amplio margen los niveles de presencia tolerables con respecto al insecticida endosulfán, prohibido en argentina desde 2013, y sus posteriores reemplazantes: clirpirifós y cipermetrina.
Mirando los resultados, veíamos que el glifosato estaba pegado en partículas en suspensión o formando parte del sedimento. A partir de la cuenca media empezaba a aumentar la concentración. Y cuando llegaba a la altura de Luján, había aumentado mucho”, explicó el investigador.
Los niveles de glifosato, más AMPA, el metabolito en la degradación del glifosato, hallados en la cuenca del río “son unas cuatro veces las concentraciones que pueden encontrarse en un campo sembrado con soja”, concluyendo que “el fondo de un río que desemboca en el Paraná tiene más glifosato que un campo de soja”. Hay más: todas las muestras de agua, material en suspensión y sedimento de fondo tenían presencia de insecticidas diseñados para matar insectos. “Esto muestra que los insecticidas están distribuidos a lo largo de toda la cuenca”, indicó el investigador.
En tanto, advirtió que tras la prohibición de uso del endosulfan (un insecticida), hubo otros sustitutos que fueron lanzados al mercado. Hoy, el más barato es el clorpirifós. “El ambiente estaba dando aviso a esa situación, al uso que se le da a los recursos”, indicó. Comparando, dijo que de la carga total de plaguicidas, el 90% es de glifosato y el 10% restante se reparte entre clirpirifós, cipermetrina y endosulfán. “Eso es un reflejo del mercado de fitosanitarios”, sostuvo.
Para el trabajo científico, la UNLP logró la cooperación de Prefectura Naval Argentina, que aportó el buque “Dr. Leloir”. “Las muestras se tomaron en las desembocaduras de los arroyos o ríos que drenan desde el interior del país hacia el Paraná, con el objetivo de ver el goteo permanente sobre el gran río”, contó Marino.
El glifosato se utiliza para eliminar las malezas de los cultivos, principalmente de la soja transgénica ‘RR’, y en nuestro país (tercer productor mundial de soja) un tercio de la población se encuentra afectada directa o indirectamente por este agroquímico, según demuestran los estudios de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.
En el 2015 este peligroso herbicida fue hallado en orina humana en Mar del Plata, en muestras de sangre y agua en Pergamino, y en algodón, gasas y tampones comercializados en nuestro país.
El doctor Marino resaltó que todos los trabajos presentados son fruto de un equipo de investigación dirigido hasta el año pasado por la investigadora del Conicet Alicia Ronco, fundadora de la carrera de Ambiente de la UNLP Antes, resaltó que todos los resultados obtenidos en las investigaciones fueron costeados por fondos públicos, y de ahí la importancia de que “vuelvan a la población” en forma de estudios que ayuden a advertir algunas situaciones que requieren de políticas públicas diseñadas y aplicadas sin más postergaciones.
Los resultados obtenidos por los investigadores del Conicet proveen información relevante para los programas de desarrollo ambientales en el Paraná e indican la necesidad de prestar atención a las prácticas de la agricultura asociadas al control químico de malezas.

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