miércoles, 24 de octubre de 2018

La utilización urbana de Glifosato queda prohibida en Misiones



La utilización de Glifosato y otros plaguicidas de naturaleza biocida serán prohibidos en todo el ámbito urbano de la provincia. La Cámara de Representantes sancionará esta noche una ley elaborada por el diputado Sereno que tuvo amplio acompañamiento.  De esta manera se toma partido en la tensión objetiva entre privilegiar la producción intensiva y los derechos humanos y ambientales afectados por las secuelas tóxicas de los plaguicidas.

Posadas (Jueves, 18 de octubre) La Cámara de Representantes sancionará hoy una ley por la que establece la prohibición de la utilización de Glifosato en los ámbitos urbanos de la provincia. La iniciativa, presentada por el diputado Martín Sereno tuvo una adhesión generalizada en Comisión donde el tratamiento del proyecto tuvo en cuenta que implica renunciar al sistema de agricultura intensiva dependiente de plaguicidas que da beneficios en el corto plazo.

La ley ya en su artículo 1° se extiende en precisiones para no dar lugar a interpretaciones que sirvan a los grandes grupos económicos para judicializar su aplicación. Establece: Queda prohibida la utilización de Glifosato, además de los plaguicidas que ya se encuentren prohibidos por normas nacionales o internacionales, en los ejidos urbanos del territorio provincial; comunidades de pueblos originarios; establecimientos educativos y sanitarios cualquiera sea su denominación o rango; Reservas Naturales de cualquier tipo y denominación ya sean nacionales, provinciales, municipales o privadas; centros turísticos; cursos de agua dulce que provean, o deriven en cursos de agua que provean, del vital líquido a comunidades originarias y centros urbanos para su procesamiento para consumo humano o para utilización para la producción agrícola ganadera.


Agrega además en el artículo 2:  Queda prohibida la inoculación y/o fumigación, mediante la utilización de aeronaves o medios análogos, de plaguicidas u otros químicos de naturaleza biocida, además de los que se encuentren prohibidos por normas nacionales o internacionales, en todo el territorio provincial.

En los fundamentos del proyecto se hace referencia a pruebas científicas y posicionamientos por parte de organismos internacionales respecto a la no inocuidad de estos plaguicidas, fundamentalmente el Glifosato, que atentan contra la salud de poblaciones.



También se refiere a otros tipos biocidas que se utilizan a veces de manera más habitual de lo que corresponde y sin los cuidados o recaudos necesarios para su utilización, o que directamente por sus efectos nocivos para la salud humana debieran de prohibirse o plantearse controles mucho más estrictos para su utilización a fin de evitar dichas consecuencias nocivas.

Entre los antecedentes Sereno menciona el Informe de la Relatora Especial sobre el derecho a la alimentación del Consejo de Derechos Humanos en el 34º período de sesiones del 27 de febrero a 24 de marzo de 2017, en cuya introducción enuncia “Los plaguicidas, que se han promovido de manera agresiva, generan preocupación a nivel mundial en lo concerniente a los derechos humanos, y su utilización puede tener consecuencias muy perjudiciales para el disfrute del derecho a la alimentación. Se denomina plaguicida a cualquier sustancia o mezcla de sustancias con ingredientes químicos o biológicos destinados a repeler, destruir o controlar cualquier plaga o a regular el crecimiento de las plantas. Se calcula que los plaguicidas son responsables de 200.000 muertes por intoxicación aguda al año, de las cuales el 99% se produce en países en desarrollo”.


Argumentos en tensión

Sin eludir el debate, destaca que “los argumentos en defensa de la utilización casi indiscriminada de sustancias plaguicidas, del tipo de los venenos agroquímicos y/o agrotóxicos muchas veces está sentada en la posición de la necesidad de una agricultura industrial intensiva, casi totalmente dependiente de estas sustancias, con la finalidad de lograr producciones que rindan para alimentar a una población mundial cada vez mayor”.

Pero toma partido al subrayar que “sin embargo no podemos dejar pasar que este fin no puede perseguirse a costa de la salud humana, en detrimento de comunidades y del medio ambiente. Es más no debemos dejar de contradecir semejante afirmación, cuando a las claras las estadísticas mundiales reflejan que ante tamaña desregulación del uso de plaguicidas para el aumento de la producción de alimentos, los resultados no han sido paliar el hambre en la comunidad mundial”.


Sostiene que “la dependencia de plaguicidas peligrosos en la producción de alimentos es una solución cortoplacista que no resuelve la problemática alimentaria y que además menoscaba el derecho a la salud de generaciones presentes y futuras”.

Agrega en los fundamentos razones para la protección de nuestro medio ambiente planteado esto como un derecho humano reconocido por nuestra Constitución. En tal sentido menciona que “la utilización de plaguicidas peligrosos tiene efectos devastadores desde la contaminación de ecosistemas circundantes a los cultivos fumigados hasta consecuencias ecológicas imprevisibles de la deriva de los residuos o los mismos plaguicidas por tierra, aire o agua. Producen desequilibrios biológicos entre especies predadoras y presas de la cadena alimenticia natural del ecosistema, hay una disminución sustancial en la biodiversidad de los suelos derivando en disminuciones importantes del rendimiento de las cosechas y nuevamente esto redunda en problemas de seguridad alimentaria”.

Después de abundar en informes sobre las consecuencias que la utilización de plaguicidas tiene sobre la salud y el medio ambiente remarca Sereno que “existen dos consecuencias que considero beneficiosas a la sociedad de una legislación en este sentido, por un lado que los ciudadanos de la provincia no sufran enfermedades muy perjudiciales, dolorosas y costosas para sus vidas y su economía; y por el otro la acción preventiva del estado deriva en menores recursos humanos y económicos que este deberá proveer para asistir a la población en caso de que por la inacción proliferen este tipo de patologías, que en gran número no presentan posibilidad de cura, sino solo de tratamiento, y que en su mayoría producen un deterioro superlativo de la calidad de vida de quien las sufre; “La exposición a plaguicidas se ha vinculado al cáncer, a la enfermedad de Alzheimer y a la enfermedad de Parkinson, a trastornos hormonales, a problemas de desarrollo y a esterilidad. Los plaguicidas también pueden tener numerosos efectos neurológicos, como pérdida de memoria o de coordinación o reducción de la capacidad visual o motriz. Otros posibles efectos son, por ejemplo, el asma, las alergias y la hipersensibilidad.”


Homenaje a Carrasco

Por último Sereno deja “una reflexión en honor a un gran científico contemporáneo argentino que dedicó gran parte de su vida a la investigación y a probar documentadamente los efectos nocivos para la salud y el medio ambiente del uso del Glifosato en la producción agrícola Argentina y Mundial, sufriendo todo tipo de maniobras para desacreditarlo, como científico y como persona, por parte del lobby agroindustrial y los poderes económicos que representan; “Nos quieren hacer creer que todo es técnico, disfrazando la ideología de ciencia o mejor suplantándola con una ciencia limitada y sin reflexión crítica. 


Una manera de abstraerse de las relaciones de fuerza en el seno de la sociedad, poniéndola al servicio del poder dominante. El ambientalismo, no es una mala palabra o una postura caprichosa consumada por ecoterroristas delirantes. Es una posición ideológica que perfora el dogmatismo científico legitimante“. Andrés Carrasco, Científico Argentino 1946-2014”.



domingo, 21 de octubre de 2018

Recordando y honrando a Fabián Tomasi



In memoriam

Cuando Fabián Tomasi se fue al cielo sentimos la necesidad de seguir con la constante pelea contra los agrotóxicos. Los leonlandeses estamos contra toda clase de contaminante de cualquiera de los elementos de la Naturaleza.

Viviendo en una micronación asentada en una ciudad cerealera 100% sabemos que no estamos lejos de las fumigaciones aéreas y terrestres. Muchos pueblos de la provincia de Santa Fe, están siendo fumigados al igual que los de Entre Ríos; aquí cerca de Rosario, en Pueblo Andino, que ya padece el flagelo de las napas contaminadas por arsénico y que al jefe de comuna no le importa, por ordenanza del año 2.013, si mal no recuerdo, las fumigaciones pueden llegar a 100 metros del caserío. La corrupción política por coimas de los grandes terratenientes, ya tuvo sus víctimas fatales por cáncer, pero a nadie le importa. Y desde la política santafesina, se lanza el lema “Santa Fe avanza”, sí, es verdad, avanza hacia el cáncer, la tremenda contaminación del río Carcarañá, el arroyito Frías, los arroyos San Lorenzo y Saladillo y ni que hablar de bañados, lagunas y esteros.

Seguiremos los pasos de Fabián Tomasi en la lucha contra el glifosato y tantos otros agrotóxicos.

Agrupación Ecologista Lobos de Odín



Entrevista con Fabián Tomasi

Por Jan­ Christoph Wiechmann

—Fabián, ¿Cómo estás?—

Estoy sintiendo que todo está llegando a su fin. Los médicos dijeron que tendría seis meses de vida y los he convertido en diez años. Pero ahora me estoy debilitando día a día. Mi madre y mi hija me tienen que dar de comer. No puedo hacerlo yo mismo. No tengo fuerzas para mover mi brazo. Mis pulmones están fallando. Mis músculos han desaparecido. Pero todavía puedo hablar contigo.

—¿Estás tomando alguna medicación?—

No, no tomaré la medicación de empresas que duden de mi enfermedad causada por los agrotóxicos. Algunos de ellos ganan mucho dinero vendiendo productos químicos que causan cáncer. Y luego hacen mucho dinero tratando el cáncer con quimioterapia. Qué modelo de negocio tan hipócrita.

—¿Cómo comenzó todo?

Trabajé para la compañía agrícola Molina en mi ciudad natal, Basavilbaso. Los tíos de mi madre también trabajaban allí. Yo estaba a cargo de reabastecer los aviones con todo, desde el DDT hasta el glifosato. Me encantan los aviones, por eso quería trabajar allí.
En algún momento tuve dificultad para respirar. Me diagnosticaron neuropatía tóxica. Es la misma enfermedad que muchos fabricantes de zapatos solían tener. Parte de ello fue mi culpa ya que no quería usar ningún equipo de protección.

—¿Por qué no?

Es insoportablemente caluroso en el verano con una temperatura de 50 grados Celsius. Pero tampoco nadie nunca me dijo que utilizara algún equipo de protección. A la compañía no le importaba.


—¿Qué pasó después?

Dejé de trabajar de inmediato. Ya no les servía de nada. Mientras tanto, los hermanos Molina habían muerto, casualmente ambos de cáncer.

—¿Tu mundo debe haberse partido?

Siempre fui un tipo afortunado, padre de una hermosa hija, siempre hacía bromas, era un tipo feliz y no me preocupaba por mi salud. Todo eso llegó a su fin. Hoy soy un paria. Soy el loco que se envenenó con agrotóxicos. Sólo los niños vienen a visitarme. Ellos quieren tocar a este tipo con las piernas divertidas y pies amarillos y el cuerpo frágil.

—¿Sos el único?
No, pero el único que parece tan extraño. Hay tantas víctimas en mi ciudad…Recién me di cuenta cuando me envenené: no estoy solo. Muchos trabajadores luchan con enfermedades que van desde cáncer de estómago hasta problemas pulmonares.

—¿Y entonces?

Me convertí en un activista. Me informé. Me eduqué a mí mismo. Me convertí en un “profesor del campo”. Y comencé a mirar el mundo de otra manera. ¿Qué le está pasando a este país? ¿A mi ciudad? Solía tener todo tipo de cultivos, vegetales. Y de repente todo era soja, todo maíz, monocultivos. Todo está genéticamente modificado y muy rociado con herbicidas e insecticidas. Vos podes verme en un estado débil aquí en el hospital en mi lecho de muerte, pero yo solía ser un luchador.

—Todavía pareces un luchador.

No hay nada más precioso que la verdad. Vivimos en un mundo de mentiras y manipulación y las grandes empresas tienen un poder enorme para cambiar la verdad. Por eso es tan importante hacerlos responsables.

—Monsanto, Bayer…

Es un cartel, la industria y los políticos. Siempre hablan de empleo —puestos de trabajo—y de esta manera todo el mundo está de acuerdo. Pero, ¿qué tipo de trabajos son éstos? ¿Y qué hicieron con este hermoso y diverso paisaje? Ahora todo es monocultivo y las máquinas masivas matan a todos los insectos, pájaros y mariposas, incluso los aviones que rocían el veneno desde arriba. No puedo creer que la generación más inteligente de seres humanos que haya existido haya abandonado nuestros valores.

—La industria dice que no es perjudicial para los seres humanos…

Nadie sabe cómo estos millones de toxinas que se hunden en el suelo están afectando nuestra salud. No hay estudios a largo plazo. Científicos de la Universidad de La Plata visitaron Basavilbaso. Encontraron el veneno en nuestra agua y en el aire. Aquí en Argentina fuimos siempre un laboratorio de negocios agrícolas y una industria química desde que Monsanto entró en el país bajo circunstancias sospechosas en el año 1996. Ahora hay miles de víctimas.

—Trabajadores como vos.

Familias enteras. Ha habido tantas muertes. Tomemos el caso del joven Nicolás Arévalo, de Corrientes. Murió después de ser envenenado con Endosulfan. Hubo un juicio, pero el agricultor fue absuelto. Siempre me pregunto: ¿Qué le dicen estos científicos y gerentes de Monsanto y otras compañías a sus hijos? ¿” Yo desarrollé venenos para las compañías químicas y la gente murió”?


—¿Qué podes hacer vos excepto protestar y educar a los demás?

Si tuviera la fuerza los llevaría a los tribunales, pero este país es corrupto. La industria y los políticos están encamados el uno con el otro. No se puede ganar, no de manera legal. Es preocupante: todos en mi ciudad están en contra de lo que está sucediendo, pero siguen trabajando para los grandes negocios. Si usted tiene una familia va a hacer todo lo necesario para ganar dinero.

—¿Qué han hecho los medios para destapar estas cuestiones?

Los grandes medios forman parte del problema. Obtienen dinero publicitario del gobierno y de la industria agrícola. Y el lobby envía sus candidatos al Congreso. Es un sistema perfecto.

—Seguís teniendo sentido del humor.

Me gusta bromear. El sarcasmo es una forma de protegerme de la inevitable verdad de que estoy muriendo. Me mantiene vivo. Hoy desenchufé la máquina sólo para jugar un truco con las enfermeras. Todas ellas vinieron corriendo a mi cama.




Tengo miedo de morir

* Por Fabián Tomasi, contaminado por agrotóxicos.

Desde muy joven, durante muchos años, trabajé en el campo guiando avionetas, en contacto directo con agrotóxicos. Y yo soy de Basavilbaso, Entre Ríos, donde la gente aprendió a pasar por encima de la frustración sobre las carrozas de los carnavales. Pero lamentablemente, detrás de sus coloridas luces o debajo de sus majestuosos escenarios, hoy sólo puedo ver la cara de Antonella González, una nena que murió de leucemia en el Hospital Garrahan, hace apenas 4 meses. Había nacido en Gualeguaychú, hace apenas 9 años. Y falleció, víctima de los agroquímicos. Los médicos lo sabían, todos lo sabíamos. Como también sabemos que un 55% de los internados en el Garrahan por cáncer, provienen de nuestra provincia…

La más fumigada del país, una de las más envenenadas del mundo.

Nunca participé de ninguna fiesta. Ni antes, porque jamás me alcanzó el dinero, ni ahora, porque hace mucho tiempo me diagnosticaron polineuropatía tóxica severa, con 80% de gravedad: afecta todo mi sistema nervioso y me mantiene recluido en mi casa. Mis primeros síntomas fueron dolores en los dedos, agravados por ser diabético, insulinodependiente. Luego, el veneno afectó mi capacidad pulmonar, se me lastimaron los codos y me salían líquidos blancos de las rodillas. Actualmente tengo el cuerpo consumido, lleno de costras, casi sin movilidad y por las noches me cuesta dormir, por el temor a no despertar.


Tengo miedo de morir.

Quiero vivir.

Tal vez, ese miedo me pueda servir de escudo, una especie de anticuerpo, como el humor. O como tanta gente que me ayuda para que pueda estar escribiendo, en vez de largarme a llorar, porque la enfermedad me hizo adelgazar 50 kilos y he visto mucha gente fallecer por consecuencia de las fumigaciones, pero nadie se anima a hablar. Mi hermano Roberto, sin ir más lejos, fue otra víctima más de las lluvias ácidas que arrojan sus avionetas: el cáncer de hígado no lo perdonó. Jamás voy a olvidar su agonía, escuchándolo gritar toda una noche de dolor. Mi papá falleció así, con esa tortura en la mente y tragándose silenciosamente la impotencia de verme así. Ahogado, de rabia y de temor.

Yo no quiero ahogar mis palabras.

Quiero gritar.


Muchas provincias del litoral son arrasadas por el glifosato y el resto de sus químicos, como si desconocieran que los seres humanos tenemos un 70% de similitud genética con las plantas. ¿Cómo esperaban que sus venenos aprendieran a distinguirnos? No lo hacen. Por eso, cuando se fumiga, sólo un 20% queda en los vegetales y el resto sale a cazar por el aire que respiramos. ¿Entienden? No todo es brillantina y diversión en lugares como San Salvador, el “Pueblo del Cáncer”, donde la mitad de las muertes derivan de la misma causa. Allí, el carnaval nunca llega… Y sí, recibí muchas amenazas por visibilizar lo que nos hacen comer, respirar y beber a diario. Pero ya no basta con decir “Fuera Monsanto”, porque las cadenas de maldad hoy se extienden al resto de las compañías multimillonarias y se enredan con el silencio. Pues no hay enfermedad sin veneno y no hay veneno sin esa connivencia criminal entre las empresas multinacionales, la industria de la salud, los gobiernos y la Justicia. Hoy más que nunca, necesitamos que paren y para eso debemos luchar, aun en el peor de los escenarios, porque nuestro enemigo se volvió demasiado fuerte…

No son empresarios, son operarios de la muerte.



Murió Fabián Tomasi, enfermo por exposición al glifosato

Un símbolo contra los agrotóxicos

Tras años de trabajar como fumigador, contrajo una polineuropatía tóxica severa. A los 53 años, pesaba menos de 40 kilos.

Fabián Tomasi, el ex fumigador de la localidad entrerriana de Basavilbaso que dedicó los últimos años de su vida a luchar contra los agrotóxicos, falleció ayer tras padecer una neumonía por la que estaba internado desde hacía cinco días. Se le había declarado desde hacía varios años una polineuropatía tóxica metabólica severa, que le causó una disfunción del sistema nervioso periférico. Contrajo la enfermedada a raíz del contacto con los venenos, ya que, según explicó, nadie le advirtió de los riesgos que corría y trabajaba sin protección. Es el protagonista del libro Envenenados, del periodista y escritor Patricio Eleisegui, que lo convirtió en un símbolo mundial de la lucha contra los agrotóxicos. Y uno de los retratados por Pablo Piovano en su ensayo fotográfico El costo humano de los agrotóxicos.


El ex fumigador había empezado a trabajar con agroquímicos en el año 2005 para una empresa de fumigación aérea, y su tarea, según él mismo contó en varias entrevistas, era abrir los envases que contenían las sustancias químicas –entre las que había glifosato–, volcarlas en un recipiente de 200 litros de agua, y enviarlas por una manguera hacia la aeronave para que rociara los campos sembrados con soja. Sobre su trabajo contó: “Era verano, trabajábamos en pata y sin remera, y comíamos sandwiches de miga debajo de la sombra del avión que era la única sombra que había en las pistas improvisadas en el medio del campo. La única instrucción que yo recibí fue hacerlo siempre en contra del viento, así los gases no me afectaban”.

En las innumerables entrevistas que les dio a medios locales y de todo el mundo, Tomasi era lapidario con respecto a los que fabrican y usan agrotóxicos: “No son empresarios, son operarios de la muerte”. E insistía:  “Lo que más duele es el silencio de la mayoría, y todos esos niños que nacen con malformaciones por los agrotóxicos en un país sin asistencia y que les da la espalda. Mientras, las empresas que los fabrican, los medios que los defienden, y los funcionarios que los permiten, insisten con llamarlos fitosanitarios, como si no mataran, como si la vida no importara”.



En Argentina, el uso del glifosato y de otros pesticidas se fue incrementando con el correr de los años. Las empresas comercializadoras de estos de productos (Monsanto, Syngenta, Dow AgroSciences, Bayer y Atanos) aseguran que sus estudios demuestran que el glifosato no es perjudicial para la salud humana, basándose en lo que llaman “ abrumadora evidencia científica”. Durante años esto se aceptó, ya que el enorme poderío económico de estas compañías las transformaba en inatacables, tal y como ocurría en décadas pasadas con las por entonces todopoderosas tabacaleras. Pero se fueron sucediendo las voces que alertaban sobre los riesgos. Y en agosto, por primera vez, un jurado de California condenó a Monsanto (en la actualidad, en pleno proceso de compra por la alemana Bayer) a indemnizar con 289 millones de dólares a un hombre que enfermó de cáncer (su estado es terminal) a causa de su exposición a un producto de la multinacional que contiene el herbicida glifosato.

La calificación de los agroquímicos varía de acuerdo con el poder de lobby de las empresas que los fabrican y de los grandes productores de granos. La Organización Mundial de la Salud introdujo el pasado año ese principio activo dentro de las sustancias calificadas como “probablemente cancerígenas”. Meses más tarde, una reunión conjunta de la OMS y la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) emitió un comunicado que decía que “no es probable (que este herbicida) suponga un riesgo para la salud humana mediante la ingestión de alimentos fumigados”. En los 80 la OMS calificó el glifosato como de riesgo 2A –“probablemente cancerígeno”– y en los 90 lo rebajó a “inocuo para la salud humana”, poco antes de que la multinacional Monsanto lanzase la patente de la soja RR (soja transgénica Roundup Ready, es decir, lista para el roundup).


En 1996, el gobierno de Carlos Menem aprobó la utilización de cultivos transgénicos capaces de sobrevivir a potentes agroquímicos, especialmente la soja Roundup Ready (RR). Así, todas las localidades del interior del país fueron quedando rodeadas de campos extensivos de soja, aunque también de maíz y trigo, con semillas transgénicas.








martes, 9 de octubre de 2018

Solicitud a las Autoridades Leonlandesas



La Agrupación Ecologista “Lobos de Odín” solicita cordialmente a las Autoridades del Estado Libre, Soberano e Independiente de Leonlandia del Sur que se declare a Fabián Tomasi, víctima de los agrotóxicos, en especial del glifosato, como Prócer del nuestra micronación.

Justificación:

Fabián Tomasi comenzó su batalla contra los agrotóxicos cuando fue diagnosticado en el Sanatorio Adventista de Puigari con dermatomatosis, incrustaciones cálcicas en las vías digestivas y respiratorias, con la consecuente disminución de su capacidad pulmonar, infección en las articulaciones, todo lo cual implica polineuropatía tóxica severa.

Tales eran sus padecimientos físicos que debía consumir ansiolíticos para pder descansar sin sentir dolores múltiples.



Ninguna de las autoridades provinciales ni macronacionales se acercaron a tan solo decirle una palabra de aliento, menos aún para ayudar a la familia económicamente, ni para hacerse cargo de la medicación que debía tomar; para los sucesivos gobiernos, el caso de Fabián debía quedar en secreto, que nadie se entere cómo puede sufrir una persona que se expone (no porque le guste o así lo quiera, entiéndase bien esto!) a: tordon, propanil, endosulfán, cipermetrina, 2-4D, metamidosfos, clorpirifos, coadyuvantes, fungicidas, gramoxone, glifosato, etc.

Considerando su batalla silenciosa contra los megamonstruos de las empresas de agrotóxicos y quienes los utilizan y son capaces de fumigar a personas y animales con tal de conseguir mayor cantidad de rédito y rinde en sus plantaciones de soja, es que realizamos este pedido a nuestras Autoridades micronacionales.

Pato Klostenmayer
Presidente de la Agrupación Ecologista “Lobos de Odín”