Existe la llamada “canaricultura” y en general la pasión por
el encierro de quienes tiene el don de volar. ¿Cuál es el objetivo de encerrar a las
avecitas? ¿Escuchar su canto? El canto de un ave encerrada es sobre el dolor de
haber perdido la libertad. El canto de un ave enjaulada es la estrofa de un himno que habla de no
poder volar más.
No hay mayor tristeza que ver a alguien entre rejas siendo
totalmente inocente. ¡Y quien más inocente que un pobre pajarito que por tener
colores atractivos y un bello canto, hay que enclaustrarlo para que el egoísmo
humano, que nada entiende del canto de las aves, se regocije con tonos de dolor
y tristeza!
Según aseveran los canaricultores, los canarios ya no saben
vivir de otro modo que no sea en jaulas. Hace muchos años, vi por TV que un
hombre había heredado miles de pájaros, entre ellos gran cantidad de canarios.
Cuando los vio encerrados tuvo piedad por ellos y comenzó lentamente a
liberarlos. Elige una liberación paulatina
que no implicase peligros para las avecitas; ambientó un salón de su vivienda y
lo convirtió en un oasis para sus pajaritos heredados: fuentes de agua, gran
cantidad de plantas, comederos, bebederos, pequeños espacios para que aniden,
aire fresco y sol.
Las ventanas permanecieron con tejido de malla fina para que
los pajaritos no se escapasen y corrieran el riesgo de morir por no saber vivir
en libertad, con el tiempo fue haciendo en la parte más alta de las ventanas
unas aberturas para que los pajaritos que se decidiesen, volasen hacia una
nueva vida, sin embargo, ninguno salió.
Pasados unos días se llevó una gran sorpresa al evidenciar
que dentro del recinto había muchos más pájaros de los que originalmente tenía
y vio como los pajaritos “callejeros” entraban y salían de la gran habitación.
Se dio cuenta que había construido no sólo un oasis para sus nuevos animalitos,
sino para todos los pájaros que quisieran estar junto a la naturaleza recreada
en una habitación, con mucho verde, suaves musgos, agua fresca y comida de
buena calidad.
Con el correr de las semanas, vio que sus propios pajaritos se animaron a empezar a salir “al
mundo” al ver a los otros de la calle entrar y salir.
Los pajaritos nunca se fueron de su nuevo hábitat, sí se
animaron a salir a la calle, pero siempre retornaron y muchos más llegaron para disfrutar de las
delicias de un ambiente agradable y pacífico, lejos de la jungla de cemento que
es toda ciudad.
Otra historia similar es la de un hombre que compró gran
cantidad de pájaros enjaulados y pensó inmediatamente en liberarlos, pero se
percató que las avecitas no sabían nada de la vida en libertad y podían ser
presa fácil de cualquiera, por lo que construyó en su jardín una pajarera
enorme y muy alta, con árboles, plantas, pequeños estanques de agua, casitas de
madera, comederos y espacios para anidar. Este hombre de gran corazón, que vive
en EE.UU., permite visitas a su gran pajarera y fomenta la vida en libertad de
las aves; al mismo tiempo reparte a sus visitantes folletos contra la caza de
todo tipo de animales, así como también el uso de plumas como adorno, ya que
les son arrancadas a las aves provocándoles gran dolor, cuando no que se las
mata para quitarles todo su plumaje por cuestiones de modas humanas…
Es hora ya que la práctica del encierro deje de ser, no es
posible que alguien disfrute de su libertad y coarte la de un pájaro por
cuestiones de moda, gustos, o disfrute. ¿Puede alguien sentir placer al ver un
pájaro, símbolo del vuelo y del dominio del aire, enjaulado y reducido a un
espacio mínimo?
En los últimos tiempos, en varias zonas de Argentina, se han
incautado gran cantidad de aves silvestres destinadas a la venta ilegal; el
tráfico de pájaros es un hecho al que
hay que prestarle gran atención, ya que
no siempre las autoridades policiales, fauna silvestre o de Gendarmería logran apresar a los
infractores que valiéndose de trampas, atrapan enorme cantidad de pájaros para
venta local y al extranjero.
Sitios de ventas de aves exóticas existen por doquier, es
realmente tristísimo evidenciar que existen “coleccionistas de aves”, cuando en
realidad, podrían ser coleccionistas de cualquier objeto que no implicase amarrar
una pequeña vida a la tragedia del encierro forzado, del cautiverio porque sí y
de la reducción de una vida, que por naturaleza abarca grandes áreas gracias a
su capacidad de volar, a un espacio de 30 centímetros de
ancho por 20 de alto.
Invitaríamos a quien adora a los pájaros enjaulados a vivir
una sólo un mes dentro de una jaula donde apenas pueda moverse y le
propondríamos cantar e intentar ser feliz.
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